El desafío de un liderazgo positivo e integrador

Por mucho tiempo se pensó que dirigir una institución era fundamentalmente cumplir con los reglamentos y gobernar era seguir un esquema estático, ya que las circunstancias eran más o menos iguales aún con el paso del tiempo.
 
Los cambios que afectan al sistema dirigencial inciden especialmente en la figura del líder, quien tiene que encontrar un difícil punto de equilibrio entre las condiciones externas y las situaciones que se plantean en su propia estructura.
 
La visión del líder debería estar enfocada en lograr la eficacia y el dinamismo,  la capacidad de planificación y habilidad para gestionar todas las áreas de la organización, de tal manera  de definir un estilo diferente de ejercer las funciones directivas.
 
Un estilo basado en aunar voluntades en proyectos compartidos, trabajar en conjunto, funcionar en equipo, estar y pensar con otros, delegar y descansar en la responsabilidad y el trabajo de un par; y esto se logra únicamente generando la participación de todos los sectores que componen la institución.
 
¿Qué es la participación?

La participación es un ejercicio permanente de derechos y responsabilidades, en las distintas etapas y niveles de la institución: planificación, organización, ejecución y control.
De modo que una de las claves del proceso de participación es la combinación eficiente de la dupla derechos – responsabilidades.
 
La participación trata de dar a cada uno una responsabilidad en la medida en que pueda asumirla y para cada nivel habrá un interés y una capacidad para asumir una responsabilidad de forma total o compartida: lo importante es cómo combinar lo que cada miembro sabe, puede y quiere hacer con lo que la institución necesita que se haga para cumplir sus objetivos.
 
¿Para qué sirve la participación?

Profundizo en esta idea de considerar a la  participación como un medio para lograr – entre otras cosas – una cultura de alto rendimiento en la gestión de la institución.
La misma se basa en los efectos que genera en los dirigentes en la posibilidad de participar:
 
·        Desarrollo y crecimiento personal.
El hecho de cada dirigente pueda expresar su opinión o realizar acciones hace que tenga más confianza en sí mismo y, por lo tanto, una mayor autoestima, que es la base para el crecimiento y desarrollo personal.
El desarrollo personal, la autoestima y la seguridad de los dirigentes al tomar decisiones incrementará la eficacia de la institución.
 
·        Mayor compromiso con la institución.
Cuando se promueve la participación de sus dirigentes en las tareas y decisiones, se crea una relación de mayor compromiso e integración a la institución.
Esto contribuye a que los equipos de trabajo  realicen mejor su acción y cumplan más eficientemente los objetivos que se han fijado.
 
·        Una práctica concreta de la democracia.
Promover la participación significa conocer una serie de normas, valores y actitudes que sirven como aprendizaje para la vida colectiva y la participación en la institución. Una institución participativa ayuda a desarrollar en sus dirigentes inquietud y voluntad para hacer realidad no solo en la institución, sino en el conjunto de la sociedad, la práctica de la democracia.
“Lograr instituciones eficientes y a la vez participativas es el gran desafío de un liderazgo positivo e integrador”.

Nota elaborada por T.S. Héctor Darío Rautenberg, docente de CAMEeducativ@
IRAM

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